Mes 2. Feminismos y derechos sociales

La fractura, que suponen los feminismos en la sociedad son un antes y un después en la conciencia. Darte cuenta y verte bajo el yugo del dominante. Ahí está, si no lo ves o no lo sientes, es porque, aunque no lo creas, tú también representas ese yugo.

“El feminismo es un impertinente” dice Nuria Varela. Y estamos de acuerdo con ella, basta con mencionarlo para desatar toda clase de respuestas de rechazo. Pero ¿por qué? ¿Por qué yo? Porque el feminismo cuestiona el poder establecido: el patriarcado. El discurso, la reflexión y la práctica feminista pone en jaque al sistema de creencias (normas, obligaciones, comportamientos, pensamientos, capacidades y hasta carácter) que nos imponen desde que nacemos según nuestro género. Y al mismo tiempo es tan natural como cualquier acto de cariño.

Algunos tecnicismos feministas renombran lo que llevamos siglos haciendo, cuidar y cuidarnos. No a costa del despojo, no a costa de otro ser, sino en el estado puro de las cosas, teniéndonos en cuenta unas a otras.

Pero el objetivo es bajar el discurso al cuerpo, a lo real, dejemos de ser tan perfectas, tan egoístas, tan ilustradas, tan aliados, tan por encima, tan sinsentido. No nos mintamos, ser feminista no es sinónimo de buena persona, revisarse debe ser una constante.

La revolución es feminista, porque sencillamente no hay otra manera de vivir una revolución interna o en compañía.

“Feminismos o la barbarie a lo que ya estamos acostumbradas”

Anticapitalista, porque el dinero y los intereses económicos no pueden estar por encima de las vidas de ningún ser ni de la tierra.

Vivienda. Porque el derecho a la vida no es ser pro-vida, sino pro-derechos fundamentales y desposeer a las personas de una casa donde habitar es arrebatarle una vida digna. Así como arrasar un paraje natural o talar los árboles de una avenida, porque desposee a los animales del mismo bien necesario.

Defensa del territorio. Se puede vivir sin fascismo pero no sin agua o aire puro, no sin tierra y no en un mundo podrido donde la ignorancia gana cada vez más terreno a la sabiduría y la coherencia.

Gastos militares para escuelas y hospitales, porque lo que más dinero da en este mundo es el negocio del miedo. Vivimos una cárcel perpetua donde lo que no queremos lo escondemos porque cuestiona lo que como sociedad se supone que deberíamos haber superado. La violencia, la crueldad, hayan su templo en las cárceles y en aquellos lugares lejanos de los que nunca nos salpicará la sangre. Vivimos anestesiadas en un estado de bienestar que, no solo es mentira, sino que encubre crímenes contra la humanidad y el planeta que habitamos.

Feminismo es sentir no solo teorizar, es usar la cabeza y poner sobre la mesa la verdad, lo importante. Que la gente se ame con libertad, circule con libertad y podamos evolucionar. Que aceptemos que cometemos errores, que nunca podremos ser perfectos, otros están ahí también para guiarnos, para que la humillación deje de ser un recurso útil y recurrente.

Sacarnos del alma el patriarcado, puede significar quedarnos desnudas ante la vulnerabilidad que supone ser imperfectas, frágiles y fuertes para no dejarnos dominar. No arrodillarnos y defender la vida con dignidad.

La economía feminista vino a replantear las prioridades de la vida. La Renta Básica de las Iguales se plantea como una herramienta que puede ayudar a darle la vuelta al Iceberg de la economía capitalista, patriarcal, colonial y heteronormativa. Una economía basada en la acumulación, la desposesión y en invisibilizar los trabajos más importantes de la vida.

El sistema patriarcal, es EL SITEMA EN SÍ. Aquí lo que ya conocemos, la dominación de los hombres (hetero y económicamente independientes) sobre mujeres y todas aquellas personas que no encajan con los roles de género y orientación sexual hegemónicos, en los más diversos ámbitos: económico, social, político y cultural, que se asienta entre otros en el desigual acceso a los recursos económicos como la tierra, el capital o el empleo y hasta la palabra. Ello conlleva una mayor pobreza y precariedad para las mujeres, con la consiguiente limitación de nuestra autonomía y libertad, además del sometimiento a múltiples formas de violencia y la perpetuación de la división sexual del trabajo. Siempre tenemos que dar más y nos premian por ser las primeras en nuestro país o región, no por lo que hacemos.

En todo el mundo, el trabajo de cuidados es realizado mayoritariamente por mujeres, lo que reduce significativamente las posibilidades de incorporación a la esfera del trabajo remunerado. Esto forma parte de la tradicional división sexual del trabajo que cobra nuevo sentido en nuestras sociedades actuales donde la autonomía individual está estrechamente ligada a la posibilidad de obtener recursos económicos a través del mercado laboral.

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